“Tiene que caer esa Iglesia verticalista, prepotente, dueña de la verdad”, dice Berrios a CHV Noticias, donde se muestra a favor de que hombres y mujeres casados puedan ordenarse como curas. “Es el momento que los laicos se tomen la Iglesia”, dispara
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Directo y sin pelos en la lengua, crítico de sus pares y de la cuestionada Iglesia de la que forma parte.
Así es la personalidad de Felipe Berrios, el polémico padre que hace 4 años se radicó en La Chimba, una comunidad del norte de Antofagasta y de la cual hoy forma parte de manera activa, organizando un centro de formación para ayudar a los vecinos a insertarse en el mundo laboral.
En conversación con Macarena Pizarro, Berrios explicó a CHV Noticiaspor qué cree en la necesidad de una Iglesia involucrada en las bases sociales y por qué está en contra de cómo opera ésta hoy.
“Tiene que caer esa Iglesia verticalista, prepotente, dueña de la verdad”, dice Felipe, poniendo en el centro a las personas comunes antes que a los curas. “Es el momento que los laicos se tomen la Iglesia”, afirma.
Berrios critica también el excesivo protagonismo de los sacerdotes cuando muere una persona. “¿Por qué tienes que llamar un cura que te va a decir cualquier estupidez del muerto que ni conoce? ¿Por qué no la misma familia que entierre ese muerto? ¿Por qué no una ceremonia que la misma familia hable, lean el evangelio, bendigan a su muerto y lo entierren? ¿Por qué todo tiene que estar centrado en el cura?”, insiste.
Del mismo modo, está a favor no sólo de que los curas se casen, sino de que hombres y mujeres casados puedan ordenarse como sacerdotes. “Imagino una iglesia del futuro donde la mujer tenga un papel preponderante, donde la mujer sea parte de la jerarquía, donde la mujer se ordene sacerdote”, apunta.
La parábola de los ratones
“Cuando yo llegué a esta casa, me llené de ratones. Eran ratones pesados, yo prendía la luz y el ratón no se iba. Entonces me iba a tomar la pastilla para dormir y me metía adentro de la cama. Le conté esto a un hermano y me mandó un parlante de ultrasonido para espantar ratones. Y los ratones no se fueron, bailaban, no se iban. Después me conseguí un veneno que traen de contrabando acá de Bolivia que se llama El Asesino, que es para que los ratones lo comieran y no pasó nada”.
Felipe Berrios, sentado en la mesa de su mediagua, le cuenta a Macarena Pizarro una anécdota que sirve de analogía a cómo las autoridades no toman en consideración a la gente común al momento de realizar políticas públicas.
Berrios insitió con trampas, con papeles engomados y con todo tipo de tretas para sacar a los ratones, pero no lo lograba. “Un día, desesperado, le dije a una vecina ‘estoy lleno de ratones’ y me dijo ‘pero padre, un gato’. Y me regalaron una gatita chiquitita, que yo creía que se la iban a comer los ratones. Pero llegó esa gata y se fueron todos los ratones. Nunca más he tenido ratones, puedo estar con la puerta abierta y sin ratones”.
El padre reflexiona que todo lo que gastó en dinero, tiempo y energía se lo hubiera ahorrado de haber preguntado primero a la gente que vive acá.
“Lo que le falta muchas veces a las políticas públicas es no idear una cosa genial con cuatro burócratas en Santiago, sino que escuchar a la gente que está en los lugares y que está viviendo los problemas qué necesita de apoyo”, finaliza.
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