La figura de María Magdalena, en el huerto, la mañana de resurrección, tiene un significado profundo de pilar y piedra angular dentro de la Iglesia naciente de Jesús de Nazaret. Su figura liderando un grupo de mujeres en la búsqueda, que termina con el encuentro con el Resucitado, visibiliza de manera contundente y directa la presencia de las mujeres en el Reino de Dios. Justo en el momento más importante de la fe, están ahí. “sí Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” 1 Corintios 15,14. …fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt. 28, 9-10; Jn. 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Pc 24, 9-10). (CIC 641).
Ellas, presencia permanente, han caminado junto a él. Han vivido el triduo pascual en fidelidad, el Evangelista así lo menciona: “Había también unas mujeres mirando de lejos, entre las que estaban María Magdalena, María, la madre de Jacobo (Santiago) el menor y de José, y Salomé” (Mc. 15,40). “María Magdalena y María la madre de José vieron dónde lo pusieron” (Mc 15. 47), Y cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, y María, madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirlo. Y muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro (Mc. 16, 1.2). No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron. (Mt. 28, 5-6).
María Magdalena y las otras mujeres son convertidas por Jesús en Apóstoles de los Apóstoles. Reciben de Él, el mandato de ir a anunciarles lo que ha visto y oído. “Las que llevaron la noticia a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María madre de Santiago y las otras mujeres” Lc. 24, 10. (cf. Mt 28,10; Mc.16.7,10; Jn. 20,17-18).
Nada empaña esta escena evangélica liderada por mujeres. Es tan importante que los cuatro evangelistas la narran. Se puede leer en el evangelio de San Mateo 28, 1-10, de igual manera en Marcos 16, 1-11; Lucas 24, 1-12 y Juan 20, 1-2.11-18. El simbolismo evangélico es infinitamente rico, maravilloso. Con un contexto, fuerza, luz y de una profundidad que lo irradia todo y lo trasforma todo. “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap.21, 5).
María Magdalena lidera el inicio del caminar de la nueva comunidad.
El caminar hacia la tumba se inicia el primer día de la semana, …cuando todavía estaba oscuro (Jn. 20,1). Ha despertado el alba, ha desaparecido la noche, la esperanza despunta en la aurora más radiante. Hay que ponerse en camino para que los cosas se den, surjan, pasen, nazcan. Hay que vencer el miedo que paraliza y llegar hasta donde esta la muerte para encontrase con la vida. Hay una pasión que motiva a ir: el amor, la fidelidad, la pasión por el proyecto que se ha iniciado y sobre todo cumplir el deber: embalsamar el cuerpo, tarea que había quedado suspendida por la caída de la noche y el descanso sabatino. Los detalles junto con los deberes no pasan desapercibidos en el corazón de las mujeres y este momento no era propicio para obviar, todo está preparado en esencias y en esencia. El liderazgo de María de Magdala se hace notorio, se percibe entre líneas. El amor es más fuerte que el miedo. Hay que ir, es de mañana. La sinfonía del texto comienza con situar el momento: el inicio de un nuevo día. El albor matutino en el parto de la vida misma, desde la resurrección, trae un mensaje concreto: el nuevo día marca el fin del antiguo pueblo y da comienzo a la nueva humanidad. El primer día de la semana simboliza el inicio de una nueva época, es el que inaugura la Pascua de Jesús. Las mujeres representan es este primer momento la comunidad naciente, son la comunidad que está donde Jesús está y contemplan su gloria. (cf. Jn. 1,14; 17,24). De ahí la importancia del momento.
Son los odres nuevos para el vino nuevo (cf. Lc. 5, 39). En este acontecimiento Jesús supera la ley judía, que tantas veces había cuestionado en sus confrontaciones con los maestros de la ley. “Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo” (Juan 1, 17). En el evangelio del Reino de Dios no hay barreras, tanto mujeres, como hombres son iguales. Las mujeres van solas, sin la compañía de un varón, como era la costumbre. La relación directa de amor entre Dios y las mujeres se establece en la nueva alianza. Relación directa, personal, sin intermediarios.
En la Iglesia de Jesús, que se construye fuera de los templos, generalmente en campos abiertos como sucede en la mañana de resurrección, un lugar poco común para visitar, porque allí habita la muerte, y, es la tierra de los muertos, acurre el encuentro de la vida. Cristo ha resucitado, se ha levantado, está de pie en el lugar donde la habían llevado muerto. Las mujeres van caminando, se adentran en el lugar de los muertos, en busca de la muerte y se encuentran con la vida, con Jesús que las reconoce, que no ignora su caminar, sabe que han sido condenadas, excluidas, maltratadas, ignoradas, asesinadas, prostituidas, señaladas, apedreadas, torturadas, escupidas, deshilachadas, arrancadas, desvaloradas, vendidas, poseídas, atrapadas, encarceladas, desplazadas, disminuidas, incapacitadas, traicionadas, burladas, objetivizadas, desaparecidas, violentadas, desnudadas, botadas, desterradas, enterradas.
Los dos necesitan pasar por la experiencia de la resurrección, Él ha sido condenado, crucificado, ellas condenadas sin contemplación y crucificadas en vida. Solo quien ha pasado por la misma realidad entiende plenamente lo que sucede y es quien puede levantar con autoridad. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” Juan 10, 10. “Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: "Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre compraste (redimiste) para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación” (Apocalipsis 5,9). Con su resurrección Jesús el señor, no solo venció la muerte y el sufrimiento que la habían causado, sino que marcó el camino de la libertad para quienes viven su misma suerte. Jesús pagó para las mujeres el precio de la liberación. ¿Por qué continuar excluidas?
En el huerto de la vida, las mujeres con pies descalzos, aguardan con fe y se les es permitido por parte de Dios el danzar la danza de la vida, de la luz, de lo nuevo, de la esperanza, de la eucaristía, de la comunidad, de las bienaventuranzas, del evangelio, del amor, de la libertad de las hijas de Dios, de la amistad profunda, de la compañía, de la inclusión, del respeto, de la resiliencia permanente, del reconocimiento, de la autonomía, del empoderamiento, del ejercicio pleno de dignidad, de la contemplación, de la búsqueda y del encuentro, de la liberación, de la bendición. La confianza plena de Dios padre y madre la humanidad manifestado en su Hijo Jesucristo, en la mañana de resurrección, a María Magdalena y las Mujeres, les concede Derechos Inalienables, Innegociables, Irremplazables en la construcción del Reino. No podemos permitir que nos arrebaten lo que Jesús nos dio en la resurrección.
Un cántico nuevo.
Nada en el mundo de las mujeres después de la encarnación y resurrección puede ser igual. El camino iniciado por María de Nazaret, ha alcanzado su plenitud en la resurrección. “Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán Bienaventurada todas las generaciones. porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí” Lc. 1, 46-49.
Se saborea un nuevo despertar, un cántico nuevo aflora en los labios de las mujeres. El reino de Dios ha llegado en plenitud y con la buena noticia de que las mujeres son acogidas, valoradas, respetadas, amadas, incluidas y partícipes de su mesa. En la historia salvífica de Jesús de Nazaret son escogidas para tareas trascendentales, únicas: ser la madre del Hijo Dios sin intermediación de hombre, el ser testigas de la resurrección, ser ellas las portadoras de gran noticia. El privilegio ha venido de parte de la Divinidad.
Un cántico nuevo, el canto del liderazgo femenino de María de Nazaret, María Magdalena, de Rut, Ester, Juana, Susana, Salomé, María la Madre de Santiago…, y de una lista interminable de mujeres de todos los tiempos que han liderado en el mundo causas humanas, que han desafiado los liderazgos machistas y patriarcales en las diferentes religiones, sorteando toda serie de dificultades y pagando en muchos de los casos, con su propia vida. Bendito liderazgo que agrieta brechas, alcanza posibilidades, derrumba muros, abre puertas, inaugura nuevos tiempos, comienza nuevas eras, impulsa cambios, extiende nuevos horizontes, rompe paradigmas, permea tradiciones, despierta conciencias a la luz de la misericordia, la ternura, la encarnación, del vientre que se hace vida en el mundo. Un liderazgo que refresca la humanidad.
El cántico nuevo del empoderamiento. Una mujer empoderada es como un rayo de sol en medio de la oscuridad. Es un despliegue de energía que atrae, a la vez, que lleva a estar y participar plenamente en los sectores y en todos los niveles de la función religiosa. Reconoce lo que por Derecho Divino ha adquirido: su dignidad plena como Ser Humano. Es consiente de su fuerza interior, que brota de la certeza de sentirse amada, acogida y bendecida con capacidades igual que el hombre. Las mujeres empoderadas con participación plena dentro de la Iglesia católica romana, ayudan a consolidar sociedades más justas, equitativas, fraternas. Se habrá alcanzado el sentido pleno de la resurrección, cuando las mujeres alcancen en la Iglesia lo dado el día de la resurrección por Jesús: participación. Y aquí hay que hablar de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y el acceso al poder, que le están vetados por su condición de mujer. ¡Bienaventuradas las mujeres empoderadas de todos los tiempos!
El cántico de la liberación, donde las cadenas han caído, donde la voz se ha levantado, el miedo ha sido superado, los pies están en camino, las heridas han sanado. El cántico de la liberación es profundo, ha estado concebido y preñado en el dolor y sufrimiento. Es el producto de la lucha, del aguante, del conocimiento, de la autodeterminación de los pueblos, de los grupos humanos, de las personas; autodeterminación de las mujeres, quienes han visto cohibido este derecho por parte la religión, por el hecho de ser mujeres. Es algo que está en los imaginarios sociales, impuesto como algo normal, sin que las mujeres en su mayoría estén de acuerdo. Liberación que lleva a superar las fronteras invisibles de los conceptos machistas y patriarcales que contradicen el evangelio de amor, la voluntad de Dios. La cítara anuncia nuevos tiempos… “no tengan miedo”.
El cantico nuevo de la libertad económica. Muy lejos del discurso sobre María Magdalena de Gregorio Magno, en la teología contemporánea se encuentra con la figura de María Magdalena en su realidad histórica, profética, apostólica y misionera. “María Magdalena provenía de Magdala, una próspera aldea pesquera sobre el mar de Galilea, excavada por los arqueólogos en las últimas décadas. En el sitio se encuentra la sinagoga más antigua que se conoce en Galilea, con una piedra tallada en la forma del templo de Jerusalén, un mercado, baños rituales y un puerto pesquero”. María Magdalena tenía independencia económica. La independencia económica te da autonomía en las decisiones y libertad de actos. Cada vez más se lucha por que las mujeres adquieran autonomía económica que les permita generar y acceder a ingresos y recursos propios a partir de trabajo remunerado en igualdad de condiciones con el hombre. Su figura aún en el silencio y condena al que fue sometida ha sido paradigma para tantas mujeres, organizaciones femeninas que han llevado la lucha por la inclusión y participación en la toma de decisiones en las religiones, por el derecho al trabajo digno, a la libertad de expresión, a la autonomía, a las decisiones en su condición de género, a la educación, el acceso al conocimiento y estudio de Dios. María Magdalena de pie, con mochila al hombro, con los riales en sus bolsillos y su sonrisa abierta, refleja la cima alcanzada y estimula la ruta que falta por recorrer.
El cántico de la dignidad restituida. Tras siglos de maltrato, estigmatización, invisibilidad, El Papa Francisco dio el paso. Ha elevado la memoria litúrgica al grado de festividad, que se realizará el 22 de Julio de cada año. Así se encuentra en el nuevo prefacio para la fiesta de María Magdalena. Misal Romano (2017)
El cual se apareció visiblemente en el huerto a María Magdalena, pues ella lo había amado en vida, lo había visto morir en la cruz, lo buscaba yacente en el sepulcro, y fue la primera en adorarlo resucitado de entre los muertos; y él la honró ante los apóstoles con el oficio del apostolado para que la buena noticia de la vida nueva llegase hasta los confines del mundo. Prefacio apóstol de los apóstoles.
“Apóstol de los apóstoles”. El papa Francisco escribe en su Twitter, el 22 de Julio de 2019 a la 1:30 p.m. “El testimonio nace del encuentro con Jesús vivo. # SantaMaría Magdalena, apóstola de la esperanza. El arzobispo Arthur Roche, secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. (2016) afirma: “La decisión de elevar al rango de fiesta la celebración de Santa María Magdalena servirá para “reflexionar más profundamente en la dignidad de la mujer, la nueva evangelización.
De igual manera como la primera vez, con María Magdalena se abre un nuevo camino que no tiene vuelta atrás, tengo la certeza de que esta llave ha abierto la puerta de la equidad y la dignidad de la mujer dentro de la Iglesia. Una puerta que nunca más cerrará porque conduce hacia la profundidad de la esencia del evangelio, que es la común igualdad entre los seres humanos y la Dignidad misma de la práctica de los sacramentos universales del Reino de Dios.
En María Magdalena se continúa con el llamado a toda la Iglesia Católica Romana a restituir la Dignidad de las mujeres al interior de la misma Iglesia, tantas veces manoseada, expuesta, juzgada y manipulada en nombre de Dios.
El cantico de la espiritualidad del seguimiento femenino libre y responsable. El grito de 20 años de resistencia de la Asociación de Presbiteras Católicas Romanas, dado el 29 de Junio de 2002 en el río Danubio y continuado hasta el Kairós, con numerosas mujeres haciendo comunidades inclusivas, presidiendo la Eucaristía, viviendo el signo salvífico de los sacramentos con sus comunidades, abriendo camino dejando huella, es sin duda un grito histórico iniciado con el seguimiento decidido de María Magdalena y demás mujeres de su grupo, confirmado en la mañana de la resurrección y continuado en diferentes lugares del mundo en diferentes épocas por mujeres de resistencia y prolongado en el aquí y ahora, por esta comunidad de mujeres, que cada vez avanza mucho más, apoyadas por hombres y mujeres que saben que la gracia salvadora cobija a la humanidad, que se hacen voz ad intra y ad extra de la Iglesia, para decir: ya basta de creer que solo Dios escogió a varones para liderar su Iglesia. Es la hora de la mujer en la Iglesia. Es la hora de una nueva Iglesia nacida del corazón de Dios, donde todos y todas son iguales, donde no existe diferencias de género, cultura, religión, sexo, estrato social, lengua.
¡Bendito tu grito de 20 ARCWP! Bendito el grito de la mujer que se trasforma en vida y vida en abundancia.
El Espíritu de Dios está con Nosotras.
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