¡Por la vida, la justicia y la paz!
Por Javier Jaramillo
Varias cosas me llamaron la atención de la marcha del 27 de mayo.
1) Muchas canas, las de siempre, las históricas y también muchas otras nuevas, incluso muchas con caras de “los buenos somos más” o “gente de bien”… eso se ve, se nota, y no lo digo para molestar o discriminar, sino para celebrar que, me dio la impresión, algunas mujeres mayores están allí no por combativas o beligerantes, sino porque son madres, que despertaron y que están tocadas con esta situación y lo que están viviendo las y los jóvenes.
Varias cosas me llamaron la atención de la marcha del 27 de mayo.
1) Muchas canas, las de siempre, las históricas y también muchas otras nuevas, incluso muchas con caras de “los buenos somos más” o “gente de bien”… eso se ve, se nota, y no lo digo para molestar o discriminar, sino para celebrar que, me dio la impresión, algunas mujeres mayores están allí no por combativas o beligerantes, sino porque son madres, que despertaron y que están tocadas con esta situación y lo que están viviendo las y los jóvenes.
2) Muchas muchachas jóvenes, entusiastas y valientes.
3) Vi niños, madres y jóvenes ostentando orgullosamente la denominación de “primera línea”, como les digo… “primera línea kid”, “mujeres y madres que siempre han sido primera línea” y jóvenes, mujeres y hombres, más cubiertos que el resto, y efectivamente, muy orondos y orgullosos, en la primera línea, dispuestos a todo.
Tengo la impresión que, este aprendizaje, que si no me equivoco viene de “la guardia” de las movilizaciones indígenas, va a calar, en adelante, en las marchas urbanas y se convertirá en un lugar, para apostarlo todo, ganar pertenencia y jugarse la vida por la avanzada y la protección de las marchas y los marchantes.
4) Como siempre, lo que tiene que ver con las mujeres y con lo femenino, fue una marcha cargada de símbolos y estéticas: zapatos sembrados con plantas, rosas y claveles, inciensos, faldas blancas, blusas negras, collares pintorescos, pañoletas moradas, cuerdas rojas de las que penden pañuelos tejidos con nombres de personas asesinadas, víctimas de feminicidios y desaparecidas/os, performances, música y cantos.
Especialmente el canto, “a grito herido”, de “canción sin miedo”. Yo quedé con un corazón bordado rojo encendido que me ofreció la Presbítera Católica Romana Olga Álvarez y pañoleta morada ¡#elparonopara. Resistencia!
Viví la marcha como un acto y un hecho espiritual, en silencio, en el centro de la vía detrás de la pancarta de la Organización Indígena de Antioquia, en la quinta línea, al final, detrás de las mujeres, como testigo y como ciudadano partícipe del paro nacional.
La marcha responde a la necesidad de decirle al gobierno y a la sociedad que nuestros hijos e hijas movilizados en la lucha y el paro nacional nos importan, los respaldamos, les agradecemos y pedimos se respete su vida.
También responde a la necesidad de sumarnos y sentir propia las razones del paro nacional.
Fue una marcha No-violenta por la vida y la esperanza, convocada por las mujeres independientes, movimiento sociales de mujeres y el movimiento Estamos Listas. Fue una voz por la vida, la justicia y la paz, porque los mayores tenemos el corazón desgarrado y sentimos como propio el dolor de quienes han perdido a sus hijos e hijas.
A veces se siente más presión de los motociclistas, conductores y comerciantes que de las mismas autoridades. Pero bueno, también nos movilizamos por todos ellos y por sus derechos, algún día lo entenderán. Ningún derecho, de los que nos queda, nos fue regalado, fue conquistado por marchantes y víctimas ancestrales. Gracias Olga Álvarez, Gracias Felipe Jaramillo, crece nuestra hermandad.
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